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TAO Y TAI JI QUAN

2da Parte

Lo primero que un practicante debe aprender, es a dar pasos “vacíos”, distinguir entre lo lleno y lo vacío, yin y yang. Se dice...”caminar sobre un lago helado”, tantear el terreno, desplazar el peso de una pierna a otra, con el eje vertical, conectando Cielo y Tierra, lo cual es una idea, pero a la vez un hecho, una sensación clara en los pies y en la coronilla. La dificultad misma de los pasos que, lejos de ser naturales, como dijimos antes, nos llevan a romper la mecánica a la que estamos habituados, nos hace estar presentes y alertas, recordándonos al menos en apariencia que “...el hombre sabio es cauteloso como si temiera peligros por doquier...”(Tao Te Ching)

A pesar de las resistencias que cada uno haya desarrollado, las cuales se reflejan como tensión que se evidencia en la quietud y en el movimiento, si se persevera en la práctica, todo practicante comienza a notar sus propias tendencias, como un obstáculo el fluir natural del movimiento y la energía. En principio este es un concepto discutible por eso me encuentro a menudo con personas que influenciadas por otras disciplinas como la danza o la expresión corporal, me dicen... “a mí me surge hacer este movimiento así, más amplio”, o  “me gusta más de esta manera”...etc. A lo cual les explico que, detrás de cada uno de esos movimientos, refinados a lo largo de un milenio, hay una aplicación marcial, hay una intención energética, pero sobre todo, se nos transmite la experiencia del “Sendero Medio”, la línea de menor resistencia, el equilibrio justo para armonizar el Yin y el Yang y... “pulir nuestras aristas” refinando nuestras inclinaciones personales, producto de nuestros condicionamientos, a la luz de la armonía del Tao.

Tenemos en cuenta que todo acto físico tiene una respuesta psicológica y viceversa, y de la mima forma en que las emociones repercuten en nuestra respiración, buscamos a través del control del movimiento y la respiración, el control o armonización de las mismas.